La música no sería lo que es hoy si no fuera por el esfuerzo que muchos músicos realizaron en el pasado. Pero, ¿qué es realmente “esfuerzo” para un músico? Voy a intentar llegar a la enjundia del sentido de dicho vocablo. Al fin y al cabo, el esfuerzo es uno de los valores que se intentan inculcar en nuestros conservatorios. Aspiración que suele tener paupérrimos resultados.
Hay Centros donde sólo el 12% de los estudiantes de piano que empiezan a estudiar en el primer curso de las Enseñanzas Profesionales de Música llegan al último curso[1]. Habrá que analizar entonces si se está pidiendo a los estudiantes de música un esfuerzo que supera ciertos límites, y más que esfuerzo pasa a ser sacrificio. Sacrificio que hoy en día ya no compensa para seguir estudiando.
[1]
Dato obtenido del Conservatorio
Profesional de Música Muñoz Molleda de la Línea de la Concepción, Cádiz. Consultado
el curso 2014-2015.
Haciendo un repaso al esfuerzo en los estudiantes
de música del pasado me llama la atención la figura del castrati. Un objetivo concreto, el tener la más bella y "angelical" de las voces
unida al virtuosismo en la técnica vocal, conllevaba un esfuerzo sobrenatural, que más que
esfuerzo pasaba a ser sacrificio. Para aquellos niños estudiantes de canto, los
pros de tal sacrificio superaban a todos los contras, y eso que en realidad muy
pocos alcanzaban la fama y fortuna que perseguían. El éxito alcanzado por el
célebre Carlo Broschi, más conocido como Farinelli, llegando a ser el más
famoso de los castrati incluso en
nuestro presente, fue una excepción; pues sólo un 10 ó 15 % de los mutilados se
ganaban la vida con su voz, y apenas un 1% lograban la fama[1]. La castración, entre los ocho
y doce años de edad les condenaba, si no era a una muerte por infección, a la
incapacidad de producir niveles suficientes de testosterona con efectos físicos
y psicológicos adversos: tendencia a la obesidad, caderas redondeadas, hombros
estrechos, falta de bello en el cuerpo, esterilidad, esperanza de vida menor y cuadros
de inferioridad y depresión en aquellos que no alcanzaban el objetivo de ser
cantantes de fama.
A pesar de semejante cuadro de
contraindicaciones, esto no frenaba a la brutal mutilación. Tuvo que ser un
Papa, Benedicto XIV, el que intentara al filo del año 1800 parar las 4.000
castraciones anuales que se hacían en Italia. Se prohibió, a excepción de los
casos prescritos por la medicina, la amputación de ninguna parte del cuerpo
bajo pena de excomunión para el que realizara la operación, y se volvió a
permitir la presencia de mujeres en el escenario; ya que estaban vetadas hacía
ya 300 años por una interpretación por parte del Papa Pablo IV de la I Epístola
de San Pablo a los Corintios, capítulo XIV, versículo 34 que reza: "las mujeres cállense en las asambleas, que no les está permitido tomar la palabra".[2]
Aún así, incluso con el peligro de la
excomunión, muchos jóvenes cantantes, por amor al arte o a la fama, continuaron
sacrificándose, hasta que en 1922 murió Alessandro Moreschi, el último castrati oficial de la historia. Eso sí,
castrado por prescripción médica. Antes, en 1902, el papa León XIII prohibió la
presencia de castratis en el Coro
Sixtino[3], dando por cerrada la
discusión de que tal sacrificio sobrepasaba los límites de la razón, por no
comentar que en ocasiones era el entorno del niño el que
manipulaba a la joven mente para tomar la decisión.
Volviendo al paupérrimo porcentaje de alumnos que consiguen terminar las enseñanzas profesionales en nuestros conservatorios, no puedo evitar especular con la relación que hay entre el éxito en los estudios y el esfuerzo que conlleva. Y empiezo a preguntarme si el sacrificio de
los niños castrati del pasado es en realidad
igual de brutal al esfuerzo que pedimos a los niños de hoy. Ya que les estamos pidiendo sacrificar sus tardes de videojuegos, hacer menos deporte, perderse algunas películas de cine, o incluso pasar el final del día recogidos en su instrumento en lugar de relacionándose con la
familia después de haber realizado las tediosas tareas del colegio o el instituto.
Si pedimos a los niños que renuncien a
estas actividades para estudiar un instrumento, es lógico pensar que no es Esfuerzo como “empleo de elementos costosos en la consecución de algún
fín”[4] lo que exigimos, sino Sacrificio como “acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por
consideraciones que a ello le mueven”[5]
Dicho lo cual, tras comparar los estudiantes del pasado con los presentes, concluyo que el grado de sacrificio depende de los ojos que lo miran. Lo que hace un par de siglos parecía ser un esfuerzo lógico para alcanzar un objetivo plausible, hoy se aprecia como un sacrificio brutal y sin razón. Ya veremos si al final el sucesor del Papa Francisco tiene que excomulgar a aquellos que osen mutilar el recreo de los niños de esta sociedad, donde cada vez más se protege a una ociosa puericia.
[1]
Kindsein.com. “Exposición Handel
y los Castrati. Castrados por el amor
al arte”. La revista. Número 8, 27 de
marzo de 2006. [http://www.kindsein.com/es/8/educacion/227/?st-full_text=all]
(Consultada el 19 de febrero de 2015).
[2]
Información del párrafo obtenida
de: UNAMUNO, P.
“Castrati. Venerados monstruos”. El
Mundo. Cultura. Música Clásica. 26 de abril de 2014. [http://www.elmundo.es/cultura/2014/04/26/535aee8b268e3e38688b4589.html]
(consultada el 22 de febrero de 2015).
[3] Información obtenida de: PELÁEZ
MALAGÓN, José Enrique. “Alessandro Moresschi: el último de los castrati en el
siglo XX”. Revista de música culta
FILOMUSICA, nº 23, Diciembre de 2001. (consultada el 22 de febrero de
2015).
[4] “Esfuerzo”. Diccionario de la lengua española. Actualización 2018. Consultado
en [https://dle.rae.es/?id=GPx2ruM] el 6 de junio de 2019.
[5] “Sacrificio”. Diccionario de la lengua española. Actualización 2018. Consultado
en [https://dle.rae.es/?id=WxV80UR] el 6 de junio de 2019.
https://www.uexternado.edu.co/wp-content/uploads/2018/10/4-El-hombre-que-sembraba-a%CC%81rboles.pdf
ResponderEliminarEn la página 19 se inicia el relato de cómo una tierra yerma se torna verde. Prevalece la esperanza en este texto, también en las páginas iniciales se da la analogía de pasar de un desierto a un jardín de estudiantes. Me ha parecido digno de lectura, tanto las reflexiones de usted como el punto de vista de Jean Giono, que aporta algo de inverosimilitud... el valor de la perseverancia, ya sea en La Línea en 2014 como en La China en 2020.