Leer Relato:
Una
habitación gris para pensamientos negros; y una cabeza que balancea en la base
del fino cuello de un joven bisoño inexperto. Indómito en la posibilidad de ser
libre, no cesa en su empeño de golpear el gris con la frente; hasta que el carcelero
no lo soporta más, y sacude la puerta con la culata del fusil.
«La
puerta está abierta; hace días que quité el cerrojo», le comunica displicente.
«Lo
sé».
«Pues
sal de una vez, que estoy cansado de vigilar».
«No
puedo. Ya lo sabes. Es mejor romperme la cabeza contra mi pared, que dar otra
vuelta al círculo infinito».
El
carcelero entra dentro de la celda. «No es tu pared». Detiene el balanceo, y le
entrega el fusil. «Es mi turno», le comunica ocupando su lugar.
El
nuevo carcelero camina resignado hacia el puesto de custodia, escucha tras de
sí los nuevos golpes en la frente, y cierra la puerta sin mirar atrás.
Una
habitación gris para pensamientos necios;
y una cabeza que balancea en la base del fino cuello de un, cada vez menos, joven bisoño; indómito
en la posibilidad de ser libre. Y no cesa en su empeño de golpear el gris con
la frente…
©Pablo Grandes del Río.
No hay comentarios:
Publicar un comentario