Mr. Crazyman

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Mr. Crazyman.

El silencio de la sala permite escuchar un melancólico Mr Sandman mientras comprueba tembloroso una larga suma de tachones, garabatos, flechas y enrabietados subrayados que no encajan con el deseado resultado, 270, envuelto en un círculo tan marcado, que incluso empieza a rasgar el papel. Acude al teléfono de su mesa. «¿Se sabe algo de Stepien?», pero nadie contesta. Cuelga y saca punta a un gastad lápiz con el logotipo de la Casa Blanca. «Han venido a verle, Donald; es el señor Stone», le informan desde la puerta. Y sale de su despacho hacia la sala de visitas.

«Demonios Roger, nadie me informa, ¿cómo va el recuento?», se queja nada más ver a Stone. Stone mira al vigilante: «¿Cuánto tiempo lleva así?». «Empezó nada más ingresar, señor», le contesta. «Entiendo...», responde. «El recuento Roger, el recuento...», insiste.

Al volver a su despacho permanece un minuto apoyado en uno de los barrotes de la puerta, frío, como la mirada que le dirige el teléfono de su mesa: un elefante de plástico. Suspira y entra en la celda tatareando un distorsionado Mr. Sandman. Dispuesto a descolgar su juguete para preguntar por Stepien, suena un timbre. «¡Hora de dormir!», comunican.

Y se apagan las luces.

©Pablo Grandes del Río.