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jueves, 14 de enero de 2021

Indómitos.

 


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Indómitos.

Una habitación gris para pensamientos negros; y una cabeza que balancea en la base del fino cuello de un joven bisoño inexperto. Indómito en la posibilidad de ser libre, no cesa en su empeño de golpear el gris con la frente; hasta que el carcelero no lo soporta más, y sacude la puerta con la culata del fusil.

«La puerta está abierta; hace días que quité el cerrojo», le comunica displicente.

«Lo sé».

«Pues sal de una vez, que estoy cansado de vigilar».

«No puedo. Ya lo sabes. Es mejor romperme la cabeza contra mi pared, que dar otra vuelta al círculo infinito».

El carcelero entra dentro de la celda. «No es tu pared». Detiene el balanceo, y le entrega el fusil. «Es mi turno», le comunica ocupando su lugar.

El nuevo carcelero camina resignado hacia el puesto de custodia, escucha tras de sí los nuevos golpes en la frente, y cierra la puerta sin mirar atrás.

Una habitación gris para pensamientos necios; y una cabeza que balancea en la base del fino cuello de un, cada vez menos, joven bisoño; indómito en la posibilidad de ser libre. Y no cesa en su empeño de golpear el gris con la frente…


©Pablo Grandes del Río.




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