Translate

lunes, 10 de junio de 2019

El sacrificio de los jóvenes músicos. Del castrati en el pasado a los estudiantes del presente.


La música no sería lo que es hoy si no fuera por el esfuerzo que muchos músicos realizaron en el pasado. Pero, ¿qué es realmente “esfuerzo” para un músico? Voy a intentar llegar a la enjundia del sentido de dicho vocablo. Al fin y al cabo, el esfuerzo es uno de los valores que se intentan inculcar en nuestros conservatorios. Aspiración que suele tener paupérrimos resultados.

Hay Centros donde sólo el 12% de los estudiantes de piano que empiezan a estudiar en el primer curso de las Enseñanzas Profesionales de Música llegan al último curso[1]. Habrá que analizar entonces si se está pidiendo a los estudiantes de música un esfuerzo que supera ciertos límites, y más que esfuerzo pasa a ser sacrificio. Sacrificio que hoy en día ya no compensa para seguir estudiando.



[1] Dato obtenido del Conservatorio Profesional de Música Muñoz Molleda de la Línea de la Concepción, Cádiz. Consultado el curso 2014-2015.


Haciendo un repaso al esfuerzo en los estudiantes de música del pasado me llama la atención la figura del castrati. Un objetivo concreto, el tener la más bella y "angelical" de las voces unida al virtuosismo en la técnica vocal, conllevaba un esfuerzo sobrenatural, que más que esfuerzo pasaba a ser sacrificio. Para aquellos niños estudiantes de canto, los pros de tal sacrificio superaban a todos los contras, y eso que en realidad muy pocos alcanzaban la fama y fortuna que perseguían. El éxito alcanzado por el célebre Carlo Broschi, más conocido como Farinelli, llegando a ser el más famoso de los castrati incluso en nuestro presente, fue una excepción; pues sólo un 10 ó 15 % de los mutilados se ganaban la vida con su voz, y apenas un 1% lograban la fama[1]. La castración, entre los ocho y doce años de edad les condenaba, si no era a una muerte por infección, a la incapacidad de producir niveles suficientes de testosterona con efectos físicos y psicológicos adversos: tendencia a la obesidad, caderas redondeadas, hombros estrechos, falta de bello en el cuerpo, esterilidad, esperanza de vida menor y cuadros de inferioridad y depresión en aquellos que no alcanzaban el objetivo de ser cantantes de fama.

A pesar de semejante cuadro de contraindicaciones, esto no frenaba a la brutal mutilación. Tuvo que ser un Papa, Benedicto XIV, el que intentara al filo del año 1800 parar las 4.000 castraciones anuales que se hacían en Italia. Se prohibió, a excepción de los casos prescritos por la medicina, la amputación de ninguna parte del cuerpo bajo pena de excomunión para el que realizara la operación, y se volvió a permitir la presencia de mujeres en el escenario; ya que estaban vetadas hacía ya 300 años por una interpretación por parte del Papa Pablo IV de la I Epístola de San Pablo a los Corintios, capítulo XIV, versículo 34 que reza: "las mujeres cállense en las asambleas, que no les está permitido tomar la palabra".[2]

Aún así, incluso con el peligro de la excomunión, muchos jóvenes cantantes, por amor al arte o a la fama, continuaron sacrificándose, hasta que en 1922 murió Alessandro Moreschi, el último castrati oficial de la historia. Eso sí, castrado por prescripción médica. Antes, en 1902, el papa León XIII prohibió la presencia de castratis en el Coro Sixtino[3], dando por cerrada la discusión de que tal sacrificio sobrepasaba los límites de la razón, por no comentar que en ocasiones era el entorno del niño el que manipulaba a la joven mente para tomar la decisión.

Volviendo al paupérrimo porcentaje de alumnos que consiguen terminar las enseñanzas profesionales en nuestros conservatorios, no puedo evitar especular con la relación que hay entre el éxito en los estudios y el esfuerzo que conlleva. Y empiezo a preguntarme si el sacrificio de los niños castrati del pasado es en realidad igual de brutal al esfuerzo que pedimos a los niños de hoy. Ya que les estamos pidiendo sacrificar sus tardes de videojuegos, hacer menos deporte, perderse algunas películas de cine, o incluso pasar el final del día recogidos en su instrumento en lugar de relacionándose con la familia después de haber realizado las tediosas tareas del colegio o el instituto.

Si pedimos a los niños que renuncien a estas actividades para estudiar un instrumento, es lógico pensar que no es Esfuerzo como “empleo de elementos costosos en la consecución de algún fín”[4] lo que exigimos, sino Sacrificio como “acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por consideraciones que a ello le mueven”[5]

Dicho lo cual, tras comparar los estudiantes del pasado con los presentes, concluyo que el grado de sacrificio depende de los ojos que lo miran. Lo que hace un par de siglos parecía ser un esfuerzo lógico para alcanzar un objetivo plausible, hoy se aprecia como un sacrificio brutal y sin razón. Ya veremos si al final el sucesor del Papa Francisco tiene que excomulgar a aquellos que osen mutilar el recreo de los niños de esta sociedad, donde cada vez más se protege a una ociosa puericia.



[1] Kindsein.com. “Exposición Handel y los Castrati. Castrados por el amor al arte”. La revista. Número 8, 27 de marzo de 2006. [http://www.kindsein.com/es/8/educacion/227/?st-full_text=all] (Consultada el 19 de febrero de 2015).

[2] Información del párrafo obtenida de: UNAMUNO, P. “Castrati. Venerados monstruos”. El Mundo. Cultura. Música Clásica. 26 de abril de 2014. [http://www.elmundo.es/cultura/2014/04/26/535aee8b268e3e38688b4589.html] (consultada el 22 de febrero de 2015).
[3] Información obtenida de: PELÁEZ MALAGÓN, José Enrique. “Alessandro Moresschi: el último de los castrati en el siglo XX”. Revista de música culta FILOMUSICA, nº 23, Diciembre de 2001. (consultada el 22 de febrero de 2015).
[4] “Esfuerzo”. Diccionario de la lengua española. Actualización 2018. Consultado en [https://dle.rae.es/?id=GPx2ruM] el 6 de junio de 2019.
[5] “Sacrificio”. Diccionario de la lengua española. Actualización 2018. Consultado en [https://dle.rae.es/?id=WxV80UR] el 6 de junio de 2019.

1 comentario:

  1. https://www.uexternado.edu.co/wp-content/uploads/2018/10/4-El-hombre-que-sembraba-a%CC%81rboles.pdf

    En la página 19 se inicia el relato de cómo una tierra yerma se torna verde. Prevalece la esperanza en este texto, también en las páginas iniciales se da la analogía de pasar de un desierto a un jardín de estudiantes. Me ha parecido digno de lectura, tanto las reflexiones de usted como el punto de vista de Jean Giono, que aporta algo de inverosimilitud... el valor de la perseverancia, ya sea en La Línea en 2014 como en La China en 2020.

    ResponderEliminar