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sábado, 26 de octubre de 2019

Ensayo sobre la "decadencia" de la Experiencia Estética en la música contemporánea.

Este ensayo no pretende resolver las discusiones sobra nuestra música contemporánea, sino más bien reflexionar sobre qué ha pasado con la Experiencia Estética[1] en nuestro tiempo en relación a nuestra música como Arte. Sin menospreciar el valor de la música “urbana”, me centro en la música clásica del presente como heredera y continuadora de la forma de hacer el Arte del pasado. Saber cómo funciona la Experiencia Estética y cómo transmitirla puede facilitar la comunicación de la obra de arte con el público.


Beethoven y Stravinsky.



[1]  Experiencia Estética como las emociones que percibe un sujeto ante la obra de arte. A parte, contemplo otra definición: Conocimiento necesario para entender el proceso de construcción que así mismo producirá placer. Estas formas de ver Experiencia Estética son fruto de la lectura de Historia de seis ideas (Tartakiewicz, 1997).



Los músicos llevan un siglo debatiendo sobre los problemas que tiene la música contemporánea para ser aceptada en la sociedad, hasta tal punto, que ya ni se aspira a que la música de nuestro tiempo tenga el mismo grado de aceptación que tiene la música del pasado o el que tenía en su época como música “contemporánea” que fuera entonces[2]. Llama la atención que esta problemática se remonta ya a demasiadas generaciones, y la falta de comunicación queda patente en compositores vanguardistas como Igor Stravinsky. A pesar de su constante búsqueda de nuevos caminos estéticos, Robert Craft (Memories and Commentaries, 2002) nos cuenta que pasó los últimos años de su vida escuchando a Beethoven en lugar de la música afín a su tiempo. Podría decirse que Stravinsky se traicionó a sí mismo por buscar la Experiencia Estética lejos del estilo estético que él mismo componía. Desde luego cabe preguntarse si hay tal “decadencia” de la Experiencia Estética en la música del siglo XX y XXI si es necesario buscar la Experiencia Estética en la música del pasado.
A lo largo de la Historia se ha contemplado que la Experiencia Estética viene del placer experimentado por la percepción de la Belleza. En la Antigüedad se pensaba que esta percepción era a través de los sentidos (Pitágoras), o que se necesitaba de la facultad de la mente para poder experimentar la Belleza Ideal (Platón). Aristóteles -en Ética a Eudemo- también hablaba de la capacidad de producir placer estético a través de los sentidos mediante la asociación con la mente, diferenciando este placer del placer biológico. Estas formas de buscar el placer en la Belleza no cambian hasta que en el siglo XVIII, Alexander Baumgarten -de ideas aristotélicas conservando los conceptos de Conocimiento Intelectual y Conocimiento Sensible- indicó que el Sensible capta la Belleza, y denominó “el estudio del conocimiento de la belleza con el nombre […] estética”[3]. Empieza a surgir el problema de qué es Belleza o qué produce el placer estético. Schopenhauer (El mundo como voluntad y representación, 1815) dejó escrito que el placer estético se puede encontrar en la obra de arte o en la naturaleza y la vida; mientras que Hegel expuso que la Naturaleza produce placer porque recuerda al Arte. Kant en cambio evaluaba la Belleza a partir de la Naturaleza y no del Arte[4]. Sea como fuere, se ha buscado lo mismo de una forma u otra: placer en la contemplación del Arte (Belleza), y por ende, de la música como Arte. ¿Qué ha pasado entonces con la Belleza (el placer) en nuestra música? ¿No produce placer?
Dahlhaus escribe que en el siglo XIX el “juicio estético y su fundamentación filosófica se situaba en primer plano de interés” (Schumann rechazaba el análisis formal), y al llegar el siglo XX “la discusión gira más bien en torno a cuestiones técnicas”[5]. Después de un siglo XIX donde se toma la Experiencia Estética desde el punto de vista más cercano a la producción de emociones, en el siglo XX se recupera el aristotelismo en el modo en que la Experiencia Estética está en la forma musical, que necesita de conocimiento para captarse. El material sonoro, es decir, “de lo que está hecho” el sonido, es el fin en sí mismo, y la Experiencia Estética consiste en el placer de descubrir la Belleza del material. Lewis Rowell dice que “la experiencia musical en sí es un modo de conocimiento”[6]. Pero este concepto no es nuevo en realidad, ya que se intentó introducir por Hanslick (De lo bello en la música, 1854), quien expresó que lo “puramente estético” está en la forma musical que aparece en el material sonoro que produce la “estética sentimental”; diferenciando entre puramente estético como algo superior a la estética sentimental. Pensamiento que quedó totalmente desechado en el siglo XIX, y que luego vuelve a ponerse de manifiesto en el siglo XX. ¿Por qué entre los compositores del siglo XX y XXI “triunfa” por fin este pensamiento si el público en realidad no encuentra su Experiencia Estética en la música hecha a través de este pensamiento? Y me vuelvo a remitir al caso de Stravinsky, que como “público” prefirió escuchar a Beethoven.
J. B. Dubos (Réflexions critiques sur la poésie et la peinture, 1719) se pregunta para qué sirve la Experiencia Estética como experiencia de la Belleza, donde concluye que es para mantener ocupada la mente contra el aburrimiento. Tartakiewicz comenta que aún no teniendo partidarios en su época, hoy en día sí que hay aceptación de dicha teoría[7]. Hecho evidente, pues el Arte es en sí un entretenimiento en nuestra sociedad, aunque en muchas ocasiones el artista lo use con espíritu crítico y filosófico. Pero esto último puede permanecer oculto si el espectador carece del debido conocimiento. En nuestro tiempo, el Arte de la Música se ha centrado en una Experiencia Estética del Conocimiento dejando de lado que el Arte es ahora un entretenimiento, donde el espectador quiere estar relajado, sentir placer, y no tener que “pensar” o concentrarse para sentir placer. A diferencia de otras artes, la Música se ha centrado de sobremanera en su materia, en modo que el resultado se ha alejado del lenguaje que el oyente espera escuchar para tener una Experiencia Estética como percepción de emociones (Belleza). A principios del siglo XX, Carl Seashore abre el camino de la psicología de la música para desarrollar estudios sobre la percepción que se tiene de los distintos elementos musicales[8]. Y no hace mucho, Lacárcel Moreno, relaciona la emoción musical con la educación musical[9] (citando algún estudio en esta dirección).Nunca se ha sabido tanto sobre qué y cómo produce una Experiencia Estética, y nunca ha estado tan separada la música contemporánea -la que es propia de una sociedad- de su público.
Queda patente que la Experiencia Estética en la música contemporánea no pretende ser un entretenimiento, o al menos no para el público que acude a las salas de concierto para sentir Experiencia Estética con los Clásicos. La música contemporánea está creada para “pensar” (analizar sus justificaciones, objetivos, conclusiones, y su lenguaje “oculto” con sus contextos) más que para el disfrute del sonido, y es necesaria de un conocimiento concreto. Se ha producido una “decadencia” de la Experiencia Estética Emocional en pro del auge de la Experiencia Estética Intelectual. Pero no quiero producir confusión: dicha “decadencia” está sólo en la música de nuestro tiempo, no en la música del pasado. Dicho auge de la Experiencia Estética Intelectual es cada vez más aplicado en la música del pasado. Es por esto que pienso que Stravinsky finalmente no se traicionó, pues seguro que disfrutaba las dos Experiencias Estéticas: la de las emociones placenteras del sonido así como el análisis exhaustivo para descubrir o redescubrir la comunicación que Beethoven tenía con su presente, el pasado y las obras del futuro cuando vivía Stravinsky.


[2] Conversaciones con el compositor Emilio Calandín (en sus clases para el Máster en Investigación e Interpretación Musical, VIU: curso 2014, 2015), dejaron patente que era consciente de que su música moriría con él.
[3] TARTAKIEWICZ, Wladislaw. Historia de seis ideas. Arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia estética. Madrid: Editorial Tecnos (Grupo Anaya, S.A.), 1997. p. 348.
[4] DAHLHAUS, Carl. Estética de la Música. Berlín: edition Reichenberg, 1996. pp. 5-6.
[5] Ibid., 2.
[6] ROWELL, Lewis. Introducción a la filosofía de la música: antecedentes históricos y problemas estéticos. Barcelona: Gedisa editorial, 1999. p. 18.
[7] TARTAKIEWICZ, Wladislaw. Historia de seis ideas... p. 355-356.
[8] IGLESIAS IGLESIAS, Iván. Historiografía de la Música. Máster Universitario en Interpretación e Investigación Musical. Módulo II. Especialidad en Investigación Musical. VIU, curso 2014-2015. p. 37.
[9] Lacarcel Moreno, Josefa. “Psicología de la música y la audición musical”. Ediciones de la universidad de Murcia. Educatio siglo XXI, nº. 20-21, Diciembre 2003, pp. 213-226.

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