Con
la mirada perdida en el agua, notas un escalofrío. ¿Miedo? No te atreves a
mirar quién conduce la góndola.
Se
balancea hacia uno y otro lado. Sin violencia, lentamente; no deberías caer.
Sin embargo; miedo. Y agachas más la cabeza.
Los
suspiros son entrecortados. Tiemblas. Te aprietas dentro del abrigo en busca de
un abrazo que no llega y buscas esa saliva inexistente.
¿Quién
lleva esta góndola? Te atreves a apartar la mirada del agua, hacia la punta de
la góndola. Terror. No sabes cómo has llegado ahí.
Dejas
de respirar. El agua se ha calmado y a uno y otro lado del río no hay nada.
Nada existe más que…; tú y tu miedo. Ese ser que conduce la góndola.
Tú
mismo estás al frente de la góndola contigo mismo observando la deriva, y al
fin entiendes: te has enamorado, a la deriva.
©2024.Pablo
Grandes del Río.
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