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lunes, 31 de mayo de 2021

Don Fulano.


 Leer Relato:

Don Fulano.


Érase que se era un hombre, Don Fulano, siempre presente.

«Bueno, Don Fulano; creo que va siendo hora de descansar, ¿cierto?»; eran las palabras que solían acompañarle hasta las puertas. Pero jamás Don Fulano atravesó un umbral para dejar reposar las historias de nadie.

— ¡Ayer estuvimos cenando con Don Fulano! —comenta Don Frailuno en el Café Chismoso.

— ¡Imposible! —responde su tertuliano—. ¿Cómo pudo estar en dos cenas al mismo tiempo? Ahora mismo, Don Fulano duerme descarado en nuestra casa después de compartir rabiosos mordiscos al célebre costillar de cerdo que cocina mi señora esposa.

— ¡Innegable celebridad, no me cabe duda!; y es que Don Fulano, hasta en tres ocasiones, mencionó sus intentos para digerir ese costillar en medio de la anécdota sobre el automóvil cuyos pagos devuelve cada mes al destaparse que, él y no otro, es a quien relacionaron con el asunto tan feo de la joyería de Doña Sentina.

— ¡La carencia de sentido es pasmosa! —interviene el mesero del Café Chismoso.

— Atónito me deja… —añade el tertuliano de Don Frailuno—, durante la velada, Don Fulano no escatimó en elogios hacia Doña Sentina, a quien excusó su ausencia porque se recuperaba de una inoportuna gripe. ¡Incluso menciono sus intenciones maritales!

— Ciertamente, no son posibles estos chismes —continúa el mesero—. Obviando que Don Fulano ya contrajo matrimonio hace años en la India, todo aquel que pregunte a Don Malicio lo sabe; ayer cerró el café a altas horas de la madrugada; tan perjudicado, que no pudimos levantarlo de esa mesa.

— Ya noté anoche que Don Fulano tenía mala bebida… —comenta Don Frailuno.

Y los tres miran la dirección que indica el dedo del mesero, donde Don Fulano, sentado con un periódico abierto y los acostumbrados sorbos desinhibidos de un café que sabe no pagará, les sonríe consciente de su inmortalidad. Y es que, Don Fulano, mientras existan lenguas y oídos, siempre estará presente.

©Pablo Grandes del Río.





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